domingo, 19 de abril de 2009

PINTURA REALISTA. FRANCIA

LOCALIZACIÓN ESPACIO-TEMPORAL
La segunda mitad del siglo XIX puede decirse que comienza en 1848, cuando en los distintos países europeos, tienen lugar revoluciones nacionales, que imponen libertades humanas, entre ellas el derecho al trabajo y se publica el ‘Manifiesto Comunista’.
La vida en Europa en esta época sigue marcada por el cambio social y económico que ha traído, y sigue trayendo consigo la actividad industrial.
Se impone el positivismo de Augusto Comte en filosofía y también el materialismo, hasta llegar a Carlos Marx (1818-1883). Mendel formula las leyes de la herencia; Rontgen descubre los rayos X; Pasteur formula la teoría sobre la bacteriología y halla la vacuna contra la rabia.
Es en definitiva una era de progreso industrial, que eleva poderosamente el nivel económico, aunque se crean los desequilibrios que generarán graves convulsiones políticas. Surge una nueva clase social: EL PROLETARIADO.
El polo del arte se instala en París, que conoce los días esplendorosos de Napoleón III y Eugenia de Montijo que, con el barón Hausmann y su reforma urbanística de la ciudad, harán de
ésta la capital del continente; por tanto todo lo que allí se haga repercutirá en los demás países.
En esta época se produce la gran expansión colonial de Europa, esto favorece el gusto por lo exótico. El comercio con regiones lejanas introduce la estampa japonesa.

PINTURA REALISTA EN FRANCIA
CARACTERÍSTICAS
En esta sociedad con clases tan distanciadas y graves problemas, el realismo reivindica el apego a la realidad, la importancia de los temas cotidianos tratados de un modo objetivo sin idealizaciones ni pintoresquismos, frente a los grandes temas del pasado: religión, mitología, alegoría, historia…
Se impone la realidad como base del arte.
Decaen eternos temas de pintura. Ante todo, un gran desdén por la pintura religiosa, mientras que el tema del trabajo como problema, visto desde su ángulo doloroso, entre en la historia de la pintura.
Por otra parte, el desarrollo tecnológico ha favorecido el perfeccionamiento de la fotografía que en estos años empieza a hacer la competencia a la pintura de oficio –retrato, miniatura-. Pintura y fotografía se influyen mutuamente.
Regresan a las composiciones de pocos personajes y a los contenidos serenos, tranquilos, cotidianos, sin grandes aspiraciones.
Francia será centro de este movimiento. Entre los pintores realistas destacan:
HONORÉ DAUMIER (1808-1897)
Su formación es fundamentalmente de dibujante; por eso el perfil sinuoso y cortante de sus figuras. Colaboró con sus dibujos satíricos en varias revistas parisienses durante la mayor parte de su vida. Sus litografías le dieron fama.
Una de sus obras más significativas es:
El vagón de tercera clase (colección Oskar Reinhart. Winterthur)
En esta obra, como en gran parte de sus trabajos, el pintor marsellés desarrolla un tema reivindicativo de manera magistral: la dura vida de las clases populares en las grandes ciudades.
Gran observador hace convivir en este modesto vagón a obreros con personajes de sombrero de copa. Podemos observar en primer plano y en el centro, estratégicamente ubicado en la parte inferior de la tela, a un muchacho de clase popular durmiendo. La luz entra por las ventanas del vagón. El cuadro tiene colores oscuros y tristes. Transmiten un ánimo sombrío. Apenas hay detalles meticulosos en la pintura, los trazos negros y enérgicos bastan para sugerir la circunstancia y crear atmósfera.

GUSTAVE COURBET (1819-1877)
Aprendió su técnica principalmente de Velázquez y Zurbarán, el manejo de la pintura y la interpretación de luces y sombras de Rembrandt y Frans Hals, y la composición y representación del espacio de David. Pero su temática –la descripción de la vida provinciana- le mantuvo apartado de los académicos.
El entierro en Ornans (Museo del Louvre. París)
Tratamiento del tema: la escena que representa es absolutamente cotidiana, Courbet la pinta tal como la ve: el cura realiza su oficio por rutina, los monaguillos están ajenos a la ceremonia, la presencia de los amigos y la familia se explica más por una obligación social que por un dolor real. El pintor observa los acontecimientos con una fría objetividad; pintaba lo que había visto.
Utilizó una gama cromática muy reducida con el objetivo de aumentar el dramatismo de la escena. Los personajes se distribuyen sin jerarquía alguna y el grupo está dispuesto como una barrera negra que focaliza la atención del observador. Lo único que rompe con esta homogeneidad de figuras de tamaño natural y rostros es la cruz que se eleva por encima de las cabezas, en el lado izquierdo del cuadro.
El estudio del pintor (Museo del Louvre. París)
Para numerosos críticos significa un manifiesto del Realismo. La escena del lienzo se desarrolla en el estudio de Courbet en París y está dispuesta en tres grupos: en el centro, él mismo; a la derecha, sus amigos, y a la izquierda, los pobres, los desposeídos y los perdedores.
El pintor utiliza la luz para identificar o modelar los rostros y figuras sin dejar ver ningún foco de luz real.
Si examinamos el grupo central, descubrimos una adaptación moderna del antiguo tema de las edades del hombre.
JEAN FRANÇOIS MILLET (1814-1875)
Pinta campesinos, ajenos a las nuevas ideas políticas, campesinos que creen y oran, que bendicen el trabajo. Sus paisajes guardan un tierno romanticismo en su real factura; pero sus luces alumbran ya el camino de los impresionistas.
Las espigadoras (Museo D’Orsay. París)
Tres campesinas, retratadas sin ningún tipo de idealización, recogen con fatiga espigas bajo el sol.
Destacan con nitidez en un campo de grandes dimensiones donde el sol y el calor hacen todavía más fatigosa la recogida de las espigas; una pequeña figura a caballo en el fondo del cuadro controla la actividad de las campesinas.
En contra de la perspectiva tradicional, el horizonte está más elevado para así otorgar a la tierra un mayor protagonismo. Las pinceladas son gruesas, sueltas. Las figuras están poco dibujadas.