jueves, 16 de abril de 2009

PINTURA BARROCA. ESPAÑA

LOCALIZACIÓN ESPACIO-TEMPORAL
(ver arquitectura)
CARACTERÍSTICAS GENERALES
El siglo XVII representa la época culminante de la pintura española.
Tuvo dos grandes centros artísticos: Madrid y Sevilla, respectivamente, capitales de la nación y de ultramar. Pero existen otros núcleos de menor resonancia: Valencia, Valladolid, Córdoba, etc.
Destaca su equilibrado naturalismo. Desestima el movimiento violento e impetuoso de italianos y flamencos, caracterizándose por una sobriedad de la mímica. Las composiciones se simplifican y los personajes se mueven en los cuadros como en la vida ordinaria. El fresco es poco frecuente.
Temas: la mitología apenas alcanzó desarrollo entre los pintores españoles, sólo la cultiva excepcionalmente Velázquez. La gran masa de cuadros responde a temática religiosa.
El retrato presenta actitud y gestos naturales, no se acepta el de tipo mitológico. También se da el cuadro de género, la pintura de monstruos y casos ‘curiosos’ además del bodegón.
En el paisaje existen variedades. No se da el paisaje puro, sino acompañando a figuras o un edificio, como la jardinería en los palacios reales. Hay también escenas de caza.
El mecenazgo corrió a cargo de la monarquía y de la Iglesia. Se encargaron obras para decorar el interior de los conventos y de los monasterios. Pintores como Zurbarán pasaron casi toda su vida trabajando para esta clientela.
En España, a diferencia de otros países, la situación del artista seguía siendo muy injusta. No se consideraba que realizase una actividad de tipo intelectual, seguía siendo considerado un simple artesano. El pintor nunca era recompensado con títulos nobiliarios ni con el reconocimiento social.
Uno de los pintores que más incidencia artística tuvo en España fue Caravaggio y, con él, el Tenebrismo. Casi todos los pintores españoles pasarán, a lo largo de su trayectoria artística, por una fase tenebrista.
Fácilmente se pueden distinguir dos períodos muy claros, con características propias, y una gran figura de unión entre ellos: VELÁZQUEZ.

En la primera mitad de siglo los pintores se inclinan sobre todo a mostrarse muy tenebristas y muy realistas, haciéndose eco de estas tendencias que venían de Italia.
En esta tendencia se enmarcaría la llamada ESCUELA DE VALENCIA, donde destacan dos figuras:

FRANCISCO RIBALTA (1565-1628)
Pintor catalán que trabajó en Valencia, y que siguió, al principio, el estilo de los italianos de El Escorial, acentuando más sus aspectos tenebristas y naturalistas. Destaca su obra "Cristo abrazando a San Bernardo" (Museo del Prado. Madrid)

JOSÉ DE RIBERA "SPAGNOLETTO" (1591-1652)
Trabaja en Italia y pintó temas religiosos como "El martirio de San Felipe Neri" (Museo de El Prado) en el que las figuras están dotadas de una elegante monumentalidad y las pinceladas son pastosas. El color adquiere gran protagonismo influencia de la Escuela de Bolonia y la luz sirve para moldear los contornos.
Pintó frecuentes temas de género y temas mitológicos, lo que no era frecuente en los pintores españoles. Con menos frecuencia cultivó el retrato, ejemplo es "Don Juan José de Austria" -En el Palacio Real de Madrid-, aunque deban considerarse además, como retratos muchas de sus representaciones de filósofos y de apóstoles. También los de la impactante "Mujer Barbuda" y "El niño cojo" del Museo del Louvre.

LA ESCUELA ANDALUZA
La figura que destaca es:

FRANCISCO DE ZURBARÁN (1598-1664)
Pintor de la misma generación que Velázquez. Sus lienzos ilustran mejor que nada acerca de los ideales de la Contrarreforma y del intenso fervor de las Órdenes religiosas. Nadie ha expresado con más elocuencia los estados más elevados del alma.
Su composición carece de inventiva, ya que las figuras se disponen en filas paralelas a la superficie del lienzo. Toda la atención la aplica a rostros y a manos.
Destaca entre sus muchas obras: San Hugo en el refectorio de los cartujos (Museo de Bellas Artes. Sevilla) Tema religioso en el que las figuras, estáticas, tiene un marcado modelado y están realizadas con colores luminosos y un preciso dibujo que les confiere perfiles netos. Los elementos de esta composición están dispuestos en tres planos distintos: en el primero San Hugo y su paje, que acaban de irrumpir en la estancia; en el segundo, la mesa, sobre la cual se observan jarras, escudillas, panes y cuchillos; y en el tercero, San Bruno, en el centro, y el resto de los monjes fundadores de la Orden, quienes cabizbajos, no prestan la más mínima atención a los recién llegados.
DIEGO RODRÍGUEZ DE SILVA Y VELÁZQUEZ (1599-1660)
Nace en Sevilla. Su vida se puede clasificar en etapas:
ETAPA SEVlLLANA (1610-1623): A los once años inicia sus estudios de pintura con Herrera el Viejo, para pasar después al taller de Francisco Pacheco, donde permaneció hasta conseguir el título de pintor, seis años más tarde. A los diecinueve años casa con Juana, hija del maestro, y empieza a ejercer su oficio.
PRIMERA ETAPA MADRILEÑA (1623-1628): Vuelve a Madrid reclamado por el conde-duque; en esta ocasión pinta al rey, que queda complacido y le nombra, poco después, "pintor de cámara". Se traslada definitivamente a Madrid con su familia, instalándose en Palacio, donde tendrá casa y taller hasta su muerte.
PRIMER VIAJE A ITALIA (1629): Rubens que permanece en España en misión diplomática, le anima a viajar a Italia. A su paso por Venecia, Roma, Nápoles... conoce distintas corrientes artísticas que harán de él, a su vuelta, un pintor completamente formado.
SEGUNDA ETAPA MADRILEÑA (1630-1649): Época de mucho trabajo y grandes realizaciones. Como superintendente tiene que ocuparse de la organización, decoración y obras de los palacios reales, especialmente del Salón de Reinos en el Palacio del Buen Retiro y de la Torre de la Parada, en el Pardo.
SEGUNDO VIAJE A ITALIA (1649-1651): Es enviado oficialmente por el rey para comprar pintura italiana y escultura clásica para la colección real y para contratar pintores y decoradores fresquistas. Etapa muy creativa del artista
TERCERA ETAPA MADRILEÑA (1651-1660): A su regreso, Felipe IV le nombra aposentador real. En función de su cargo se ocupa de la remodelación del Alcázar. Quebrantada su salud por el esfuerzo, muere pocas semanas después en Madrid, en el año 1660.

Velázquez cultivará pocos temas, pero los tratará de forma nueva, con visión desapasionada y objetiva. Bodegones con personajes: sobre todo cocinas, logra fundir el bodegón y la figura con gran perfección. Presta gran atención a los detalles realistas y muestra ya su gran poder de observación retratando personas y cosas. "Vieja friendo huevos", en Edimburgo (Escocia).
Asuntos religiosos: los trata con honda espiritualidad. Ejemplo de ello es "El Cristo crucificado", con cuatro clavos, de una serena sobriedad clásica. Otra obra clásica es "La adoración de los Magos", ésta parece tener un curioso valor anecdótico: el propio Velázquez podría ser la figura del rey mago que aparece arrodillado en primer plano; la cara de la Virgen sería la de su esposa Juana; el niño tendría los rasgos de una de las hijas del pintor; etc. En ambas obras predomina el tenebrismo.
Temas mitológicos: los resuelve humanizándolos con modelos populares en actitudes nada gloriosas y con el tono antiidealista que caracteriza su pintura. Podemos observarlo en "Los borrachos", "La fragua de Vulcano”... donde los personajes quedan plasmados en un momento fugaz y sorpresivo, dando gran sensación de instantaneidad.
Los paisajes: los utiliza como sostén y complemento de los retratos de cazadores, jinetes, etc. Estos temas le interesan más después de viajar a Italia, donde pinta, del natural, los paisajes de "Villa Médici", en los que hay ya un anticipo de la técnica impresionista.
Los retratos: Constituyen la parte más importante de su obra. Pueden clasificarse en:
a) Reales: Resolvió todos los encargos sin adulación. A Felipe IV lo pintó más de 30 veces, con una serena melancolía que crea un sentimiento de respeto y distancia del espectador.
b) De corte: Sus modelos masculinos, impasibles y majestuosos, aparecen con trajes muy severos, de pie, piernas al compás, siluetas negras o muy oscuras sobre fondos de color gris verdoso. Muy pocos accesorios, apenas un guante, un papel en la mano, una cadena, alguna llave. "Retrato del Infante D. Carlos", "Mariana de Austria", "Felipe IV" (busto).
c) De caza: Aparecen acompañados de sus perros, tan importantes para el pintor como sus dueños. El límpido aire de la sierra madrileña, que Velázquez conocía muy bien, envuelve y realza a los retratados con gran verismo. "Infante D. Fernando", "Felipe IV".
d) Ecuestres: La equitación, como la caza, eran importantes ejercicios reales. En la serie de retratos ecuestres que pinta para el Salón de Reinos del Retiro, los caballos de los hombres aparecen en corveta, postura distinguida y casi heroica; al paso, los de las reinas. Casi todos con cuerpos enormes, patas finas, cabezas nerviosas; pintados, como los perros, de manera admirable, como un consumado animalista. "Baltasar Carlos a caballo", "Isabel de Francia”.
e) De niños: Fueron, quizá, sus modelos preferidos, con los que podía usar tonalidades ligeras y refinadas, un colorido más luminoso. Los retrata con gran armonía y naturalidad, llenos de elegancia, con las insignias de su dignidad real, pero sin sofocarlos. "Infanta Margarita", "Infanta Mª Teresa”.
f) De bufones: Les da el mismo tratamiento dignísimo que al resto de sus modelos, pintándolos con comprensión y realismo, sin prejuicios, dando fe de su aspecto y de su actividad en la corte. "Bufón D. Sebastián de Morra", "El bufón Calabacillas”.

La luz y la utilización magistral de la perspectiva aérea serán el fundamento esencial de su creación pictórica. Trabajó exclusivamente con técnica al óleo, con cuidado y detalle y con alteraciones frecuentes ‘pentimenti’ dado que solía trabajar alla prima.
Después de su viaje a Italia, su técnica se hace cada vez más ligera. Ha visto pintura más libre, luminosa y moderna, y su paleta se aclara. En los retratos de caza hay una luz más viva, de aire libre, la luz pura de la sierra con sus fondos de montes grises y encinares pardos. El aire rodea las figuras en una degradación del color y la distancia muy matizada; perfecta fusión ambiental de figuras y paisaje.
En su última década: Pinceladas sueltas y libres, segurísimas. Gran dominio del dibujo y del color.
Composiciones muy ritmadas en las que utilizará varios planos, acentuados por diversos focos de luz que iluminan escalonadamente y con distinta intensidad la escena.
Las Meninas o ‘La familia de Felipe IV’ (Museo del Prado. Madrid)
Cuadro de gran formato, compuesto por tres bandas cosidas entre sí, siendo la central y la derecha de las mismas dimensiones y más estrecha la izquierda, vistas desde el punto de vista del espectador. Todos los personajes aquí representados han sido rigurosamente identificados. Es el retrato más famoso. La protagonista de la composición es la Infanta Margarita, hija del rey Felipe IV y de su segunda esposa Dª Mariana de Austria. En la fecha en que Velázquez la retrató debía andar por los cinco años de edad. Su hermanastro, el príncipe Baltasar Carlos, había fallecido prematuramente en 1649, y la hermana de éste, la infanta Ma Teresa, había ya renunciado por esas fechas a sus legítimos derechos sucesorios al prometerse en matrimonio con Luis XIV de Francia. En estos momentos era la heredera de la corona española.
En realidad es una pintura de interior y un retrato múltiple elaborados en una complicada composición escenográfica que sin embargo da al espectador, la sensación de simplicidad.
Los personajes están dispuestos frontalmente formando una línea ondulada. A ambos lados de la infanta Velázquez ha situado a las dos 'meninas', Isabel de Velasco -a la derecha desde el punto de vista del espectador- parece estar a punto de iniciar una graciosa reverencia y Agustina Sarmiento -a la izquierda-, le ofrece en una bandeja un búcaro con agua.
Dos bufones y un perro pintado con un realismo extraordinario, ocupan el ángulo inferior derecho de la tela: vestida lujosamente en tonos verdes, la enana Maribárbola mira al espectador, sujetando entre los dedos índice y pulgar de su mano izquierda lo que parece ser un anillo. Maribárbola, llamada así por ser derivación de María Bárbara, su verdadero nombre, era de origen alemán y debió ser muy querida en la corte, donde sabemos permaneció por largo tiempo. y junto a ella, el enano de la reina, Nicolás de Pertusato, o Porto santo, que apoya el pie en el mastín que cierra los ojos con placidez. Tenía once años de edad y ostentaba en la corte madrileña el cargo de Ayuda de Cámara.
En segundo término, vistos en penumbra y apenas abocetado, se hallan representado: una dama vestida con traje monjil -Dª Marcela de Ulloa-, y que ostentaba el cargo de 'guardamujer de las damas de la reina', conversando con un caballero 'guardadamas ' no identificado, cuya misión principal consistía en ir a caballo al estribo del coche de las damas.
La escena la completan:
En el umbral de la puerta del fondo otro caballero, D. José Nieto Velázquez, que fue "Jefe de la tapicería de la reina" y después aposentador de la misma, el propio don Diego Velázquez, que se autorretrata pintando delante de un lienzo y los reyes Felipe IV y Dª Mariana de Austria, de busto bajo una cortina o dosel, reflejados en el espejo, completan este nutrido grupo.
Parece ser que la escena se halla situada en un aposento del Alcázar madrileño, el llamado cuarto del príncipe, donde Velázquez tenía su taller. Decoran la pared del fondo dos grandes lienzos, que los investigadores han identificado con dos copias de Juan Bautista Martínez del Mazo de sendos cuadros de tema mitológico: "La fábula de Palas y Aracne", cuyo original de Rubens se ha perdido, y "Apolo y Pan" de Jordaens.
También reprodujo el pintor los cuadros colgados en la pared de la derecha. En la parte inferior dos: filas de lienzos estrechos y verticales, encima, otros más pequeños, y en la parte más alta toda una serie de formato rectangular. Todos ellos están enmarcados en negro, según era costumbre entre los Austrias.
Si incluimos a los reyes que se reflejan en el espejo, son once los personajes representados aquí por el pintor, quien juega con los distintos espacios pictóricos en que éstos se encuentran para componer una serie de grupos:
• Tres de dos parejas cada uno (ambos enanos, el guardadamas y Dª Marcela, los reyes) y un trío formado por la infanta y sus meninas.
Las dos figuras aisladas (Velázquez y el aposentador) forman una línea diagonal imaginaria en profundidad. Otra línea diagonal podría trazarse partiendo de los dos bufones e Isabel de Velasco y que iría a desembocar en el espejo.
En este lienzo el pintor logró como nadie, la consecución de la "perspectiva aérea".
B) En la segunda mitad de siglo, para la que Velázquez sirve de puente, se vio cómo se acentuaba una inclinación clara por parte de los pintores hace el gusto por el colorido y la luminosidad. Tuvo mucho que ver en ese cambio la influencia de la pintura flamenca, decorativa de Pedro Pablo Rubens. Ahora los lienzos van a ser más brillantes, más triunfales, más llamativos y casi teatrales.
En Sevilla surge, de nuevo, otro genio:

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (1617-1682)
Los temas que trata son fundamentalmente religiosos: vaporosos angelitos, el tipo humano de San José y la representación de los santos como niños. Pero por encima de todo, Murillo es el pintor de las Vírgenes, el creador de la imagen de la Inmaculada Concepción.
También fue maestro único en la composición de temas de género, sobre todo de escenas infantiles, llenas de 'pillos' callejeros y pordioseros, que tanto abundaban en Sevilla.
Obras representativas son "La Inmaculada de Soult" (Museo del Prado. Madrid) vestida de blanco, manto azul, acompañamiento de angelitos, una media luna a los pies, como símbolo de su poder sobre el mal, y un fondo de nubes.
"La Sagrada Familia del Pajarito" (Museo del Prado. Madrid)
Es una de sus pinturas más populares. Anula la distancia entre lo celestial y lo terrenal.

JUAN DE VALDES LEAL (1622-1690)
Junto con Velázquez, Zurbarán y Murillo, es uno de los grandes pintores de la escuela sevillana.
Destaca: In ictu oculi (Hospital de la Caridad. Sevilla) Tema alegórico sobre la muerte. De intenso simbolismo moralizante, se inspira en el ‘Discurso de la Verdad’ de Miguel de Mañara, benefactor del Hospital de la Caridad de Sevilla y de su iglesia para hacer penitencia por su vida de pecados y excesos.